Hace 3000 años un hombre llamado Job se quejó ante Dios de sus problemas, y él le respondió: acaso tu le diste su fuerza al caballo? o adornaste su cuello con una crin? acaso tu lo haces saltar como una langosta, provocando terror con su soberbio resoplido, golpea el suelo ferozmente, orgulloso de su fuerza y se arroja a la contienda. Se ríe del miedo, no le teme a nada, no se amedrenta ante la espada, la aljaba se agita a un costado, junto con la imponente lanza y el arpón, corre la pista con pasión desenfrenada, no puede permanecer inmóvil cuando suena la trompeta.
Así comienza una hermosa película que recientemente vi por octava o novena vez, la historia de un animal que se ganó en la pista el corazón de seguidores en todo el mundo, una pieza fundamental en la estructura de una empresa multimillonaria y transnacional. El animal es Secretariat y la empresa las carreras de caballos.
El hipismo como lo conocemos hoy en día es protagonizado por el purasangre ingles, una raza de caballos que fue desarrollada a partir de finales del siglo XVII. Todos los purasangres modernos son descendientes de sólo tres sementales de raza árabe llevados a Inglaterra para ser cruzados con yeguas inglesas, irlandesas, del medio oriente y de la península arábiga.
Darley Arabian, Godolphin Arabian y Byerly Turk son los pilares sobre los cuales se edificó la raza del purasangre de carreras y el primero llegado a América fue Bulle Rock en el siglo XVIII.
Vienen a mi mente dos tangos de Gardel, inspirados seguramente en sus pletóricas tardes en el argentino hipódromo de Palermo, Por Una Cabeza, conocido internacionalmente y Leguisamo Solo, dedicado al jinete Irineo Leguisamo, excelso conductor de su querido campeón Lunático.
No creo que alguien pueda decir cual ha sido el mejor purasangre de la historia, pero por la pasión hípica, como dice El Morocho del Abasto, yo me juego entero.
Obsequiamos al lector con el inolvidable tango Por Una Cabeza interpretado por Carlos Gardel.
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