EL EMBALSAMADOR DE GALIPÁN


El embalsamamiento no es más que intervenir un cadáver con alguna sustancia química con la idea preservar su integridad, existen referencias de embalsamamientos desde el antiguo Egipto, pasando por civilizaciones sudamericanas y hasta nuestros tiempos, todas ellas cargadas de no pocas leyendas, propias del misterio que encierra la muerte.
Una de estas leyendas involucra al médico y antropólogo español Pedro González de Velasco, quien según se cuenta, embalsamó en compañía de su asistente, el bisoño Núñez, el cuerpo de su joven hija Concha. Núñez, prometido de la finada y González  la cambiaban de ropas a diario, la sentaban a la mesa a las horas de comer y al final de la tarde compartían un recreativo paseo en coche tirado por caballos con el bien conservado cadáver de la señorita.
Pero tal vez el mayor éxito en la interesante labor de embalsamador haya sido el obtenido por el Dr. Gottfried Knoche, nacido en Alemania en 1.813 y radicado en Venezuela desde 1.840.
Knoche arriba a La Guaira y al poco tiempo adquiere la finca Buena Vista, cercana a la tradicional población de Galipán, donde construye su casa de habitación, equipada con un laboratorio para sus investigaciones y un mausoleo que adquirió gran notoriedad.
El sabio de Halberstadt experimentó con cadáveres en su laboratorio hasta dar con la pócima que evita la descomposición. El 6 de diciembre de 1.945 fallece el preclaro ciudadano caraqueño don Tomás Lander, los dolientes solicitan a Knoche inyectar su milagrosa poción en el cuerpo sin vida de Lander, que posteriormente fue vestido, maquillado y sentado frente a su escritorio, cercano entrada de la casa. El cadáver de don Tomás permaneció en ese lugar durante unos 39 años, hasta que el presidente Antonio Guzmán Blanco ordenó el traslado de la momia al Panteón Nacional.
Knoche embalsamó gran cantidad de cadáveres, soldados de la Guerra Federal, bandidos y perros que apostaba en diferentes lugares estratégicos de Buena Vista. El cuerpo del presidente Francisco Linares Alcántara también fue momificado por el germano.
En el mausoleo construido por Knoche en la finca Buena Vista descansaban los cuerpos momificados de Anna Knoche, hija de Gottfried, Wihelm, su hermano, Heinrich Muller, yerno del embalsamador, Josephine Weismann, enfermera, Amalie Weismann, enfermera y el propio Knoche.
Cuenta la leyenda que el doctor preparó dos dosis finales de su maravilloso invento, una para ser inyectada en su propio cuerpo, instrucción que cumplió al pie de la letra su enfermera en 1.901 tras el fallecimiento del Knoche, la otra para la propia Amalie.
En 1.926 fallece Amalie Weismann, última habitante de Buena Vista, el cónsul alemán Julius Lesee y Carlos Enrique Reverón aplican la extraordinaria inyección, preparada 25 años antes para la difunta y depositan su cuerpo en el mausoleo, lo cierran y lanzan las llaves al mar.

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