CERVEZA, SIEMPRE CERVEZA


Si algún día dudan de la existencia de Dios, siéntense a disfrutar de una pizza con cerveza. El festival de sabores que invadirá su boca y las sensaciones lúdicas propias de un placer que creemos no merecer, les hará, en un solo segundo, volver a creer en el todopoderoso.

No es herejía, porque nunca he dudado de la omnipresencia de un ser superior que nos moldeó a su imagen y semejanza, es que mi apego al el lupuloso néctar me ha llevado a los niveles más altos de afición.

La cerveza en Venezuela no es precisamente la bebida que te brinda lo que algunos llaman estatus, al contrario en algunos círculos, que por cierto procuro no frecuentar, es considerada dañina e inclusive marginal. 

Yo vengo al rescate del más antiguo de los brebajes, existen argumentos documentados de la existencia de la cerveza próximos al año 6.000 a.c.
A menudo menospreciada en nuestros tiempos, han de saber que fue moneda de cambio en otros días, tal vez más alegres y menos azarosos.
En la Babilonia de los jardines, cuando celebrabanse nupcias, el padre de la novia hacia buena para el novio toda la cerveza de miel que el desposado pudiese libar en un mes, contado para esos tiempos por el calendario lunar, de allí el origen de la luna de miel.
Pero la cerveza es más que historias románticas porque fue, por ejemplo, utilizada como anestésico para aliviar el dolor de las sudorosas hembras medievales en trabajo de parto y más tarde hizo un aporte de primer orden al mundo científico y a nuestra cotidianidad cuando permitió al sabio Pasteur, en 1.879, desarrollar el proceso de pasteurización.
Es pues, la cerveza, el espumoso sueño que ha caminado con la humanidad desde remotos tiempos, la que acompaña también mis alegrías y mis tristezas, cuando las hay, la que inunda mis musicales y casi siempre tropicales melodías y la que, en tiempos de soledad, cualquier tarde me hace compañía para aliviar la fatiga que me produce el recio clima del Caribe.
Personalmente prefiero la cerveza en botella opaca, la Solera de Polar, atraído por la aventura de su fiereza, el efecto, solo eso, cremoso de la espuma de Heineken porque sabe a lo que debe saber una cerveza y la rojiza fantasía de mi reciente amiga Destilo, cuya distribución no me permite disfrutarla mas a menudo. Suspiro en el recuerdo para la Bock, la negra de Polar.
La moderación ha de ser la actitud ante la delicia, todo exceso trae sus consecuencias y aunque parezca un lugar común no han de olvidar que ciertas actividades propias de nuestro diario acontecer no deben ser realizadas bajo los efectos del manto etílico, prudencia para disfrutar de nuestro mas preciado bien, la vida. Salud!

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