Diógenes Escalante, el embajador, el brillante diplomático graduado en la Universidad de París de Doctor en Ciencias Políticas, que se había paseado con notable éxito por diversos cargos en el alto gobierno venezolano desde los tiempos de Juan Vicente Gómez, Ministro Plenipotenciario en Londres, Ministro de Relaciones Interiores, Secretario General de la Presidencia de Venezuela.
Viene a mi mente un antiguo eslogan utilizado en las fiestas de carnaval por el Hotel Ávila, en el Ávila es la cosa, este hermoso hotel fue diseñado por el mismo creador del Rockefeller Center y el edificio de las Naciones Unidas, el arquitecto Wallace Harrison por iniciativa del que para el momento era el hombre más rico del mundo, Nelson Rockefeller. Y en el Ávila fue la cosa.
El 3 de septiembre de 1.945 el secretario privado de Escalante, Ramón J. Velásquez arriba al Hotel Ávila para informarle de una reunión urgente en el Palacio de Miraflores, sede del gobierno, con el presidente Medina, pero el brillante Escalante lucía incoherente, al punto de indicar que las camisas se habían escapado volando por la ventana.
Escalante había perdido la razón y el Presidente de los Estados Unidos de América, su buen amigo Harry Truman dio la orden de su traslado inmediato a una institución en Miami donde falleció casi 20 años después.
Quiso Dios que la atormentada mente del embajador tuviera un instante de lucidez para pedir a sus partidarios le perdonaran por no responder al honor que le hacían al poner en sus manos el destino de Venezuela.
El Pasajero de Truman es el título de una novela del escritor margariteño Francisco Suniaga que narra los históricos hechos.
El Pasajero de Truman es el título de una novela del escritor margariteño Francisco Suniaga que narra los históricos hechos.
Diógenes Escalante, al centro, en La Casa Blanca el 22 de marzo de 1.939 |
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